La
Viuda del Pastor
Palabras
tristes. Después de varios años de estar enfermo y sufrir una
crisis de salud, mi esposo, el pastor José Mejía, fue a estar con
su Señor y Salvador a Quien sirvió por muchos años. Ha sido dura
su partida después de tantos años de estar casados. No tengo
palabras para describir la falta que me hace. Perdí a mi esposo,
quien fue mi mejor amigo, mi compañero de viajes, el amor de mi
vida, mi pastor… Sin embargo, la certidumbre de las palabras,
“ausente del cuerpo, presente con el Señor”, son un consuelo, un
gozo inexplicable. Solo el Señor Dios puede obrar esta gracia en mi
vida y lo ha hecho. Bendito eres Tú, Padre Mío, Dios Mío.
Quiero
aclarar, no es resignación a la ausencia de mi esposo lo que estoy
describiendo, lo que estoy viviendo; es estar consciente de la
realidad de las promesas de Dios. Sus promesas son verdad. Pude ver
cómo Dios estaba contestando oraciones desde a cuál hospital lo
enviarían, de las personas que el Señor traía en nuestro camino
para testificar acerca de Él, hasta el final, cuando el Señor me
seguía dando oportunidades de compartir el evangelio de la salvación
en Cristo Jesús con las enfermeras, con doctores, y con las
capellanas que vinieron a verme antes de que José Edgardo se fuera
al cielo.
Sí,
estoy triste sin mi esposo, pero no estoy derrotada. Estoy sola sin
sus conversaciones, su compañía, su cariño y sus enseñanzas
bíblicas, pero no estoy abandonada. Mi Dios me está enseñando a
depender de Él. ¡Gracias, Señor Mi Dios, por Tu Amor y Tus
Cuidados!
Fue
un privilegio ser la esposa del Pastor José E. Mejía, un privilegio
y un honor. Me enseñó lo que es amor incondicional, amor hacia el
Señor Jesucristo, doctrina sana y de no ceder a las presiones de los
demás a cambiar. Y no siempre fui la mejor estudiante, confieso.
Y,
ahora, estoy esperando en el Señor, a que me dirija cada día, cada
momento. Mi Señor y Salvador me guarda y me consuela a través del
dolor y me ayuda. ¡Bendito es Nuestro Dios!
6 Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto
que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor
7 (porque por fe andamos, no por vista);
8 pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del
cuerpo, y presentes al Señor.
9 Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle
agradables.
2 Corintios 5, versos 6-9