domingo, 6 de marzo de 2022

La Viuda del Pastor

La Viuda del Pastor

Palabras tristes. Después de varios años de estar enfermo y sufrir una crisis de salud, mi esposo, el pastor José Mejía, fue a estar con su Señor y Salvador a Quien sirvió por muchos años. Ha sido dura su partida después de tantos años de estar casados. No tengo palabras para describir la falta que me hace. Perdí a mi esposo, quien fue mi mejor amigo, mi compañero de viajes, el amor de mi vida, mi pastor… Sin embargo, la certidumbre de las palabras, “ausente del cuerpo, presente con el Señor”, son un consuelo, un gozo inexplicable. Solo el Señor Dios puede obrar esta gracia en mi vida y lo ha hecho. Bendito eres Tú, Padre Mío, Dios Mío.

Quiero aclarar, no es resignación a la ausencia de mi esposo lo que estoy describiendo, lo que estoy viviendo; es estar consciente de la realidad de las promesas de Dios. Sus promesas son verdad. Pude ver cómo Dios estaba contestando oraciones desde a cuál hospital lo enviarían, de las personas que el Señor traía en nuestro camino para testificar acerca de Él, hasta el final, cuando el Señor me seguía dando oportunidades de compartir el evangelio de la salvación en Cristo Jesús con las enfermeras, con doctores, y con las capellanas que vinieron a verme antes de que José Edgardo se fuera al cielo.

Sí, estoy triste sin mi esposo, pero no estoy derrotada. Estoy sola sin sus conversaciones, su compañía, su cariño y sus enseñanzas bíblicas, pero no estoy abandonada. Mi Dios me está enseñando a depender de Él. ¡Gracias, Señor Mi Dios, por Tu Amor y Tus Cuidados!

Fue un privilegio ser la esposa del Pastor José E. Mejía, un privilegio y un honor. Me enseñó lo que es amor incondicional, amor hacia el Señor Jesucristo, doctrina sana y de no ceder a las presiones de los demás a cambiar. Y no siempre fui la mejor estudiante, confieso.

Y, ahora, estoy esperando en el Señor, a que me dirija cada día, cada momento. Mi Señor y Salvador me guarda y me consuela a través del dolor y me ayuda. ¡Bendito es Nuestro Dios!

6 Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor

7 (porque por fe andamos, no por vista);

8 pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.

9 Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables.


2 Corintios 5, versos 6-9




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