domingo, 10 de julio de 2016

Mírate al Espejo


22 Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.
23 Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural.
24 Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era.
25 Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.                 Santiago capítulo 1

Se nos olvida lo que somos. Se nos olvida lo que éramos. Y no tenemos en cuenta lo que debemos ser.
Me explico.

Mírate bien en el espejo. 

¿Qué, hermana? ¡No hay que ser vanidosa!

No se trata de eso. Se trata de bregar con unos asuntos serios de nuestra vida espiritual.
Usualmente, nos gusta mirarnos mucho al espejo. Y si no lo hacemos todo el tiempo porque estamos pendientes a nosotros mismos, lo hacemos para vernos bien. Nadie quiere salir de su casa con algo feo en la cara. Sí, es bueno tener buena presentación, claro que sí, pero no nos debemos pasar todo el tiempo admirándonos en vez de admirar a Dios, preocupándonos de lo que piensan los demás en vez de preocuparnos de lo que Dios piensa de nosotros. Ni debemos estar mirándonos en el espejo de la Palabra de Dios, sabiendo que no todo está bien con mi vida, pero sin hacer nada al respecto.

En el libro de Santiago capítulo 1, se nos advierte que no seamos oidores de la Palabra de Dios sino que obedezcamos la Palabra de Dios.  Eso significa que cuando Dios nos habla, tenemos que hacer Su Voluntad.  Dios nos habla a través de Su Palabra, a través de Sus siervos y a través de Su Espíritu Santo.  

Jesús dijo en el Evangelio de Juan que El Espíritu Santo nos recordaría Sus Palabras.  Pues, a leer la Biblia, hermanos.  Y al leer la Biblia, nos damos cuenta de lo que éramos a ojos de Dios antes de conocer a Cristo: Muertos en delitos y pecados. ¡MUERTOS! Eso no nos gusta, pero es la realidad (Efesios capítulo 2).  Nos damos cuenta al leer la Biblia y meditar en ella que somos hijos del Dios Altísimo, del Único y Verdadero Dios y ¡Él está preparando un hogar para nosotros!  También nos damos cuenta que el Señor quiere que seamos como Cristo.  Él Mismo dijo, “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de , que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;” Mateo 11:29. 
¡Hay mucho que leer y estudiar de Jesucristo!

Cristo no quiere que nos conformemos con lo que éramos ni con lo que somos.  Él quiere que aprendamos de Él y que seamos como Él.  Dios es Santo y Él nos dice que seamos santos.  Esto está en el Viejo Testamento y en el Nuevo Testamento.
Mírate al espejo.  ¿Qué ves? ¿Una persona conformada al mundo con las maneras de pensar del mundo, las modas, opiniones relativas y hechos de esta sociedad?  ¿Ves una persona que es religiosa, que escogió creer en Jesucristo, pero que se le ha olvidado lo que Cristo hizo por él o ella?  ¿O más bien ves a una persona que, leyendo la Palabra, LA PALABRA DE DIOS, busca agradar a Dios y al mirarse en el espejo, mira el sucio, lo confiesa y busca perdón y se limpia de su pecado?

Esta sociedad se está hundiendo más y más en el relativismo. Piensa: Está bien si me parece que está bien.  Si siento que me gusta, entonces, lo haré. Esto está a la moda y me gusta.  Eso es escoger lo que te gusta únicamente de la Biblia, pero Dios dijo, “El cielo y la tierra pasarán, pero Mis Palabras no pasarán.” No te equivoques. Lo que siembras, eso mismo vas a cosechar. Y en abundancia.  Que no se te olvide eso.  ¡Mejor, aprende de Cristo, porque Su yugo es fácil y te dará descanso…y paz!



 Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Santiago 1:22






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