lunes, 3 de junio de 2013

¿Dónde Me Quiere Dios?

Tal vez te haces esa pregunta de vez en cuando o de cuando en vez.  Piensas que no estás donde te sientes a gusto, donde puedes ser de bendición en la obra de Dios.  Tal vez estés cansada, agotada, desilusionada.  

Espera.  Cambiemos la pregunta a, ¿dónde necesita Dios que yo esté?

Hace muchos años, viví en Honduras.  Pasaba los días leyendo la Biblia, estudiando, ayudando en la casa y leyéndole la Biblia y algunos libros a doña Olga, mi suegra, que ya estaba ciega.  "¿Y me va a leer la Biblia?"  Me preguntaba casi todos los días sin falta.  "Claro que sí.  ¿Qué quiere que le lea hoy?"  Enseñaba también la escuela dominical, pero pasaba más tiempo con doña Olguita. 

Alguien me dijo, "Estás botando tu educación.  ¿Para qué estudiaste, entonces?  ¿Para estar gastando tu tiempo con una sola persona en vez de estar enseñando o haciendo algo más?  ¿Para qué tienes maestría?"  No recuerdo qué contesté, pero traté de ser cortés.

En Hechos capítulo 8 leemos lo siguiente:

5 Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo.
6 Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía.
7 Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados;
8 así que había gran gozo en aquella ciudad.

Felipe era un diácono en Jerusalén y se encontró en Samaria, predicando, viendo muchísima gente viniendo a los pies de Cristo, vidas cambiadas, milagros hechos a través de él.  Esta gente era considerada de segunda clase a ojos de los judíos.  No trataban ellos con los samaritanos quienes eran solo en parte judíos ya que eran mezclados con los gentiles, los no-judíos.  Y ahora, ¡Dios les estaba concediendo la salvación a ellos, a los samaritanos odiados!  ¡Qué gran milagro!  ¡Qué gran muestra del amor,  de la aceptación de Dios!  Pero, en medio de toda esa emoción, de la gente lista para escuchar la predicación de la Palabra de Dios, de todo lo que Dios estaba haciendo a través de Felipe, Dios lo manda a que vaya a otro lugar.  

Y él fue.  Sin quejarse, sin preguntar, totalmente obediente; no como el famoso Jonás.

27 Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar,

Y, ¿para qué fue allá?  Para una sola persona.  Un hombre de vuelta a su país.  Alguien que quizás no vería jamás.  

Y Felipe fue.  Y el etíope fue salvo, mostrando con sus palabras el testimonio de la gracia de Dios a través de Cristo Jesús.

Y ahora, hermanita, te toca a ti.  ¿Dónde quiere Dios que tú estés?  ¿Donde hay mucha gente, cantos, celebraciones?  ¿O te querrá Dios en un lugar donde no recibas reconocimiento, donde no te conocen, pero donde hay alguien que te necesita?  Dios necesita que estemos dispuestas a servirle en donde quiera que nos envíe y en la capacidad que nos muestre.




¿Lo harás?