domingo, 14 de marzo de 2010

No fue hasta que…

Llegué al punto en mi vida Cristiana que estaba dispuesta a servir al Señor sola, el Señor me dio paz…pero tuve que ser sincera con Él, el que ama mi alma, sabiendo que solo Él, Mi gran Dios y Salvador, sabía qué yo necesitaba para poderle servir de lleno. 


Eso sí, para saber de qué se trata esto, tienes que empezar leyendo desde el principio de este blog, ¿bien? Ajá...
 
Fue en el verano del año 1993 que llegué a ese momento tan crucial para mí, cuando me rendí por completo a Su voluntad, o eso pensaba yo, pero te cuento más en un ratito.  Fue en ese verano que oí por vez primera acerca del hermano José, que cuando hablaba, siempre tenía un versículo de la Biblia como referencia.  No lo conocía porque cuando visitó nuestra iglesia en un círculo de oración un sábado en agosto, yo no estaba.  


En noviembre, mi iglesia fue anfitriona de una conferencia de iglesias bautistas del Caribe y el colegio universitario vino a ayudarnos con la gran cantidad de pastores y misioneros con sus familiares que vinieron.  Ahí estaba el hermano José, pero yo no lo sabía, y mi amigo Juan Carlos, que trabajaba en el colegio de nuestra iglesia junto a su esposa, me seguía hablando de él y molestando.  Una noche, decidimos que ya era tiempo de empezar las Navidades – era noviembre ya - , que nos íbamos de trullas, y Juan Carlos se las arregló para que yo transportara a un misionero y a un estudiante del colegio universitario.  Sí, ese mismo.  Para hacerles el cuento corto, bueno, menos largo, después de eso, me invitó el hermano Joe al colegio para ayudarlo con un proyecto.  Fui, pensando que era solo para conocerme mejor, pero no, él sí necesitaba ayuda.  Ahí empezó el respeto por él, porque no venía con cuentos…


Otro día me preguntó seriamente que qué yo quería que el Señor hiciera conmigo.  Ahí me quedé pensando, porque sabía que quería ser misionera, pero del dicho al hecho, hay un gran trecho, y de repente me vi confrontada con no simplemente ser una maestra Cristiana, con ir a la iglesia, con visitar los sábados e invitar a la gente a la iglesia, ganar almas, cantar en el coro…No, si mi vida iba a contar para el Señor, me tenía que comprometer por completo.  Y yo tenía miedo.  Miedo de perder el control de mi vida, perder el derecho de tomar mis propias decisiones en mi mundo pequeño…Tuve que decidir que estaría dispuesta a que el Señor me usara de la manera que Él escogiera…


Un año y medio después, nos casamos en Honduras…

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